jueves, 13 de junio de 2024

VALLE DE SOMBRAS

El verano de 1972 no será recordado por muchas personas, ya que para toda España fue un verano caluroso más, en el que los pueblos se llenaban de vida y las grandes ciudades se vaciaban. Sin embargo, este no es el caso de los habitantes de Bande, un pequeño pueblo del sur de Ourense.

Bande era un pueblo pequeño, de no más de 30 habitantes durante el invierno, que veía crecer su población casi el doble durante los meses de verano, debido a las personas que emigraban de la gran ciudad buscando refugio y tranquilidad entre las montañas que lo rodeaban. No tenía más de siete calles, las cuales acababan todas en la plaza, lugar donde se encontraba el único bar del pueblo, haciéndola así el sitio de reunión por excelencia. El pueblo también contaba con una iglesia y un cementerio del que todos los niños huían por miedo a las leyendas que por el lugar circulaban. El pueblo también estaba lleno de cuestas que permitían observar el paisaje y las montañas que rodeaban Bande.

En dicha plaza, se juntaba todas las tardes un grupo de estudiantes compuesto por 4 chicas: Marta, Laura, Sofía e Iria, y 3 chicos: Jorge, Juan y Gerardo (los dos primeros eran hermanos gemelos). Para recaudar dinero para estudiar en la universidad de Santiago, iban de pueblo en pueblo organizando la música de las fiestas populares. El grupo no practicaba música, no se lucía en eso, lo que les gustaba era montar y desmontar el escenario.

En las noches de verbena, tras realizar su trabajo, la pandilla disfrutaba de los conciertos, bailando hasta el final de la actuación sin parar. Eso sí, cuando aparecían los del pueblo de al lado, con los cuales mantenían una permanente rivalidad, la música pasaba a un segundo plano y ganar la pelea se convertía en lo más importante de la noche.

Las mañanas para estos jóvenes eran mucho más tranquilas. Iban de paseo hasta el molino que se encontraba cerca del río Rimia y las ruinas romanas de la zona, donde se ponían al día con las historias que habían vivido durante todo el año.

 

Una noche de aquel verano, en la gran fiesta tradicional del pueblo, donde la población se triplicaba y acudían pueblos de alrededor, sucedió una gran desgracia que paralizó al pueblo entero. Lo que se preveía una noche agradable y divertida, que todos los habitantes del pueblo preparaban y organizaban durante todo el año con ganas e ilusión, se convirtió en una pesadilla que emborronó toda la felicidad de esas fiestas.

Tras esa noche de música y bailes, uno de los gemelos, Juan, se ausentó tras recibir una nota de Iria en uno de los bolsillos de su chaqueta, citándole a las 12 de la noche en las cuevas de las ruinas romanas. Dirigiéndose hacia allí, muy emocionado, ya que desde hace años estaba enamorado de Iria pero nunca había surgido ningún acercamiento entre ellos. Esta era la oportunidad perfecta, ¿se habría dado cuenta ella de que sentía lo mismo por él?

 A la mañana siguiente, el otro hermano gemelo, Jorge, se despierta y encuentra la cama de su hermano intacta, como si no hubiese pasado la noche en casa. Sorprendido, interrumpe el desayuno de sus padres preguntándoles por Juan. Su madre le contesta que pensaba que los dos habían vuelto a casa a la misma hora y que no había entrado a la habitación para no despertarlos.

 Las horas pasaron y no había rastro de Juan, preguntaron a todo el pueblo y nadie sabía nada, la última pista que tuvieron de él es que a mitad de la noche se ausentó del baile para ir al baño y ya no volvió. La angustia de los padres y su hermano aumentó con el paso de las horas y comenzó una búsqueda por el pueblo. En una de las búsquedas por la zona de las ruinas romanas encontraron un papel caído en una roca que ponía: “Juan, nos vemos a las 00:00h en las cuevas de las ruinas. Iria.”

Inmediatamente, el grupo que lo encontró fue a pedirle explicaciones a Iria pero ésta negó rotundamente que esa nota fuera suya, anoche vio a Juan en el baile con todo el grupo pero no quedó con él a esa hora ni en ese lugar. Dudaron de su palabra pero tampoco podían confirmar nada, ya que Marta y Laura corroboraron que Iria estuvo con ellas.

Las hipótesis pueden ser tan numerosas como la simpleza más evidente. En la explicación, el misterio se suma, más bien se multiplica porque toda la región se implica en solucionar el asunto, la fechoría o la travesura han trascendido a toda velocidad, la ansiedad y la confusión aumentan cada día, todo se peina, se rastrea, los pozos se investigan, las cuevas se revisan y nada…

 Buscaron durante 48h a Juan por cada rincón del pueblo, especulando con cualquier situación, un accidente en las rocas de las ruinas romanas, ataque de los lobos que había por la zona y que de noche se acercaban al pueblo en búsqueda de comida o porque la fiesta de esa noche se fue de las manos… sin ninguna respuesta decidieron reunirse en el molino para abordar la situación y decidir más líneas de actuación para encontrarle. Iria estaba muy preocupada por el engaño de la nota, constantemente se preguntaba quién habría escrito eso haciéndose pasar por ella y qué quería conseguir con eso.

 Cuando Iria volvió a casa se encontró una nota de Juan en la puerta, que le pedía encontrarse con ella en el molino para contarle todo lo que había pasado. Iria desconfiaba, pero tenía mucha curiosidad con el tema de las notas…  En el molino no había rastro de Juan por ningún lado a la hora que ponía en la nota. Al instante, de la nada, se escuchó un ruido y se fue acercando cada vez más a dónde se encontraba Iria.

 A las 8 de la mañana la madre de Iria fue a despertar a su hija para hacer unos recados juntas y comprobó que ésta no estaba en su habitación y que la cama estaba intacta, como si no hubiese pasado la noche allí. 

El pueblo tras la noticia comenzó a alarmarse y el miedo se apreciaba en el ambiente a través de nerviosismo, gritos, llantos e incluso había personas que preferían no salir de sus casas. Decidieron llamar a la policía ya que la situación se estaba yendo de las manos y los vecinos ya no sabían cómo sostenerlo.

Pasadas las horas la policía acudió al pueblo y se reunieron en la plaza principal, aquello parecía uno de los días de fiestas donde la plaza se llenaba de gente, la diferencia es que esta vez la gente estaba preocupada, angustiada y con mucho miedo.  Los policías comenzaron a recopilar la información y a interrogar a los habitantes.

-         Está bien. - dijo el inspector del caso. La situación es la siguiente: dos adolescentes de 17 años, una mujer y un hombre, han desaparecido en las últimas 48 horas, ambos recibieron una nota por parte del otro, supuestamente, quedando en un punto en común. Ambas notas tienen la misma letra, por lo que lo más acertado sería pensar que vienen de la misma persona.

El inspector se repetía constantemente cómo podía ocurrir esto en un pueblo tan tranquilo y con tan pocos habitantes.

Decidió hablar con todos los amigos comunes y pidió recoger muestras de sus escrituras para analizar si alguna caligrafía era similar o idéntica a la de las notas, pero ni aun así encontraron ninguna pista o hipótesis de algún posible sospechoso/a.

Salvo un día, en una de las búsquedas, encontraron otra nota con la siguiente frase “homo homini lupus est” (El hombre es un lobo para el propio hombre) y por la misma zona observaron a un hombre del pueblo con un boli entre sus dedos, con un cuaderno con hojas arrancadas y un tatuaje visible en el hombro de un lobo con una fecha en números romanos. Inmediatamente la policía se acercó al hombre y le pidieron hablar en su casa para hacerle unas preguntas, el hombre muy colaborador accedió a ello. En su casa vieron como tenía varias colecciones de libros antiguos sobre la época romana y el hombre tenía muchos conocimientos sobre ello, pero demostró mediante fotografías que esos días estaba de vacaciones en la playa y que volvió hace unas horas al pueblo, tampoco coincidía su letra con la caligrafía de las notas…

Los próximos días comenzaron con la lista de posibles sospechosos, comenzaron con los interrogatorios. El pueblo se sentía observado y juzgado por cualquier mínimo detalle, la histeria colectiva se apreciaba en el ambiente. La investigación no avanzaba, porque cuando parecía que había una pista clara y un posible culpable, todo se desmontaba al indagar en el interrogatorio, la conclusión es que la policía no tenía ningún hilo por el que seguir tirando y la desesperación iba creciendo por segundos.

La policía acudió a las habitaciones de los dos desaparecidos para echar un vistazo por si encontraba alguna pista. Observaron que en ambas habitaciones había apuntes y libros sobre la época romana y notitas con frases en latín con la firma de Juan e Iria, parece ser que se mandaban notas escritas en latín. Sospechosamente alguna de las notas que encontraron en las habitaciones, la caligrafía coincidía con la letra de las notas encontradas por el pueblo. Inmediatamente la policía abrió un nuevo frente y nuevas hipótesis, ¿se trataría de algo pactado y organizado por Iria y Juan? ¿realmente era una escapada en vez de un secuestro?

La policía habló nuevamente con las familias, pero esta vez con otra visión del caso. Sacaron en claro que ambas familias habían tenido varias disputas por diferentes asuntos y que no tenían buena relación, tampoco les gustaba que sus hijos fuesen amigos.

El caso llegó por fin a aclarecerse aún más cuando Gerardo, uno de los amigos del grupo, con bastante enfado por el revuelo que se había formado en el pueblo desde que Juan e Iria desaparecieron, acudió a la policía y declaró no tratarse de un secuestro sino de una escapada de ellos dos. Contó que Juan e Iria estaban enamorados y sus familias no aprobaban dicho noviazgo. Por ello, decidieron abandonar el pueblo a escondidas y vengarse de sus familias, devolviendo todo el daño que éstas habían causado en ellos por no aprobar su relación.

Por fin llegó el día tan esperado para el pueblo, la policía y las familias de Juan e Iria. El cartero entregó una postal a las dos familias, lo que nadie esperaba es que esa postal fuese de Iria y Juan explicando la situación, su escapada juntos, sus emociones de rabia por no poder elegir libremente a la pareja que ellos quisieran sin aprobación de la familia y la boda en secreto que celebraron hace unos días. Todos se quedaron atónitos ante tanta información inesperada, aunque también muy aliviados de que ellos estuviesen bien y no les hubiese pasado nada. En la postal informan que vuelven al pueblo para conversar sobre lo ocurrido y de la nueva vida que quieren emprender juntos.

La vergüenza de volver al pueblo les abrasaba, sin embargo, de forma inesperada el pueblo les recibió con alivio y cariñosos tirones de orejas. Bande decidió comenzar de nuevo con Iria y Juan después de su arrepentimiento y numerosas disculpas, dándoles una nueva oportunidad, al ser los dos conscientes de su gran error y del daño causado a todo el pueblo.


                                                                                                                                   FIN.

lunes, 8 de enero de 2024

CRUCE DE CAMINOS

 

La historia que os voy a contar transcurre en los años 90 en un pequeño pueblo de la costa gallega, cubierto de casas blancas con calles estrechas, donde habitan pocas personas, todos sus vecinos se conocen y hay muy buena armonía entre todos ellos. La gran mayoría se dedican a la agricultura y a la pesca, en mi caso, mi familia siempre se ha dedicado a la agricultura y desde pequeño me gustaba pasar las horas en el campo ayudándoles, aún recuerdo el olor y el sabor de los tomates recién recogidos…

Antes de contaros mi historia, voy a presentarme. Mi nombre es Jaime, tengo 42 años y como ya he dicho vivo en una pequeña aldea costera, me dedico a la agricultura y en mis pequeños ratos libres me encanta pasear y estar en contacto con la naturaleza. En mi pueblo hay varias rutas de senderismo por las montañas de la zona y sobre todo los domingos, suelo apuntarme con mis amigos Javier y Mónica durante toda la mañana hasta llegar al pico más alto y allí descansamos antes de volver a casa comiéndonos un bocata.

Me considero una persona muy aventurera e inquieta, siempre he querido conocer otros lugares y otras personas, salir del pueblo, vivir nuevas experiencias, pero no he podido hacerlo porque he tenido que dedicarme al negocio familiar cuando mis padres enfermaron y no pudieron hacerse cargo. También creo que soy muy ingenuo, he tenido varias experiencias negativas con el amor, he tenido varias parejas, pero no han acabado bien por circunstancias del destino… ahora mismo me cuesta pensar en tener una relación, creo que tengo varios asuntos que resolver antes…

Y aquí es donde comienzo a contaros un cruce de caminos…. Hace aproximadamente veintiún años, mis padres me encargaron llevar una cantidad bastante generosa de hortalizas a unos grandes almacenes en Madrid para su venta en supermercados, era una oportunidad magnífica y donde íbamos a tener unos buenos ingresos, que me iban a permitir estudiar en la universidad. Organicé ese viaje y alquilamos un camión para transportar las hortalizas, el viaje era de seis horas y me iba a hospedar una noche en un hotel cerca de Gran Vía para poder descansar antes de volver a casa, pero los planes cambiaron de la forma menos esperada.

¿Alguna vez habéis pensado que os falta algo, que no estáis completos?

Pues bien… los planes cambiaron esa misma tarde que llegué a Madrid, en ese momento me di cuenta de que todo el ambiente y las sensaciones eran completamente distintas a lo que hasta ahora había vivido. El ruido, la gente, el tráfico… todo eso era novedoso para mí, diferente a como se vive en un pueblo.

Comencé con la descarga de los productos que estaban en el camión, en un instante levanté la mirada y vi a un hombre, de más o menos mi edad, que rebuscaba entre los contenedores de alimentos caducados. Fue como si me hubiera salido de mí mismo y estuviera en dos sitios a la vez; y a la vez en un único sitio. Noté en él, por su expresión facial, que estaba sintiendo lo mismo que yo, éramos muy extraños, pero también muy familiares, nunca mejor dicho. Ese muchacho se parecía muchísimo a mí físicamente, aunque su aspecto era desharrapado y bastante desaliñado.

Me acerqué a él y ambos nos quedamos más sorprendidos aún de nuestra similitud según nos íbamos aproximando. Me atreví a hablarle, aún desconozco que clase de fuerza e impulso interno hizo que me acercara y le hablara, supongo que fue el asombro y la expectación de ver a otra persona tan parecida a mí. Cuando estaba a pocos metros le dije:

-          Buenos días, perdona, ¿te puedo hacer una pregunta? ¿cómo te llamas? – fue lo primero que se me ocurrió. Vista su sorpresa al verme, comprendí que él también se había quedado atónito.

-          Me llamo Juan – me dijo con cara de asombro debido a las circunstancias. - ¿y tu cómo te llamas? – siguió.

-          Jaime – le contesté y seguí hablándole - perdona que te haya molestado, pero es que tu cara me resulta muy familiar.

-          Si, a mí también, ¡qué coincidencia! si parecemos gemelos. - Me contestó. Yo no salía de mi asombro- Supongo que compartimos la misma sensación de sorpresa- la curiosidad me paralizaba- me parece increíble esta situación.

-          Lo mismo digo, es como mirarme al espejo antes de quedarme en harapos y cartones. O estamos soñando, o alguien nos ha copiado o clonado. Creo que no somos suficientes para conocer la explicación. Como he dicho antes, me llamo Jaime, y tengo 21 años. Vengo de un pueblo gallego a vender la cosecha. Solo salgo del pueblo para vender los productos de la tierra- me presenté.

-          A pesar de mi apariencia, no siempre he vivido entre bolsas de basura. Muchas veces la vida no sale como uno espera y un solo error se puede pagar muy caro. Aunque ahora tengo poco dinero, siempre que he podido, he colaborado con una buena causa.

-          Veo que tenemos varias cosas en común entonces – le dije. ¿Puedo invitarte a una bebida? Creo que, si nos entendemos, esta vez puedes ser tú el que recibas la ayuda que necesitas.

Nos dirigimos hacia una cafetería cercana que había al final de la calle para seguir conversando. De camino, se me ocurrían muchas preguntas sobre este fortuito encuentro, y no paraba de darle vueltas a la idea de cómo el destino a veces te manda señales que debemos saber interpretar. De alguna manera, sentía que había algo que me empujaba a conocer la verdad sobre todo aquello.

Entramos en la cafetería, el ambiente era ruidoso, turbio y chabacano. Aun así, Juan tomó una palmera de chocolate acompañada de un descafeinado, y yo un croissant con leche. Mientras comíamos y charlábamos me di cuenta de lo mal vestido que iba Juan y el aspecto tan realmente desaliñado que mostraba. Al terminar, pagué toda la cuenta y salimos de allí enseguida ya que aquel ambiente me trastornaba.

- ¿Cómo puedes aguantar con tanta gente armando ese follón? Pregunté a Juan ya en la calle.

- Te vas acostumbrando. - me respondió. – Se nota que eres nuevo en la gran ciudad. Yo solo he conocido este entorno, siempre he residido aquí. Mis padres me contaron, que me acogieron cuando era joven y me trajeron aquí para darme una vida más próspera y apacible de la que me había correspondido. La verdad es que nunca me hablaron de mi origen y de cual era esa vida de la que me salvaron.

- Al menos a ti te dieron la opción de cambiar de vida – me quejé – Yo siempre he vivido en el pueblo y nunca he tenido otra opción más que trabajar en la huerta familiar. Nunca me ha gustado ser horticultor, pero supongo que la vida es la que es, y no se puede cambiar.

Al hablar del huerto me di cuenta de que aún no había descargado el camión y que seguían todos los productos en el interior. Le ofrecí a Juan que me ayudase a descargar el camión a cambio de un estipendio. Se veía que era tan pobre que no le llegaba ni para los alimentos más básicos y que vagabundeaba y pedía por la calle para poder subsistir.

-          Mi objetivo es que algún día pueda pasar de pedir a dar, te ayudaré con mucho gusto a cambio de una pequeña recompensa. – me aclaró.

Comenzamos a descargar el camión y la conversación volvió a fluir:

-          Antes me has dicho que tus padres no te hablaron de tu origen, entonces ¿no sabes dónde naciste? – pregunté con el asunto en la cabeza continuamente.

-          Lo cierto es que no. – contestó Juan. – El caso es que con quince años tuve lo que parece ser un accidente muy grave y perdí la memoria por completo. Cuando desperté en el hospital, me preguntaron por mi familia, pero yo no supe qué responder.

-          A partir de ahí mi vida solo fue a peor. – siguió Juan. - La familia de acogida me abandonó a los pocos meses sin ninguna explicación y he estado por el mundo como un barco a la deriva. No supe, o no pude adaptarme socialmente y lo poco que tenía lo perdía… y así, acabé como me ves ahora, buscando en la basura.

El testimonio de Juan me impactaba tanto que me dejó sin palabras, no entendía cómo una persona, aparentemente tan buena y amable, podía acabar tan mal. De verdad, que aquello, me hacía polvo. Juan me había caído bien, y se merecía que alguien le diera una oportunidad.

-          Te voy a ofrecer algo. – le propuse. – Podemos evitar que sigas así. Tengo una habitación de hotel muy cerca de aquí, donde voy a pasar la noche y mañana temprano vuelo para el pueblo. Te ofrezco un techo donde dormir esta noche y una comida caliente.

-          No sé qué decir… la verdad es que me vendría muy bien. – decía Juan.

-          Si, si, si, mañana vendrás conmigo al pueblo, le contaremos a mi familia lo que ha pasado y podrás empezar a trabajar con nosotros en la huerta.

-          Muchas gracias, la verdad es que lo necesitaba. – exclamó Juan con lágrimas en los ojos. – Te enseñaré Madrid a cambio de que tú me enseñes Galicia. 

Montamos en el camión y nos dirigimos hacia la zona donde se encontraba el hotel en el que tenía la habitación reservada. Mientras conducía, repasaba todo lo vivido aquel día y me di cuenta de que, en la vida, nunca sabes que nuevos retos te puedes encontrar en cualquier momento.

Fue una noche bastante agradable en el hotel. Cada uno dormimos en una cama individual, pero antes de dormir continuamos hablando de nuestras vivencias, experiencias, reflexiones y opiniones. No podía dejar de querer saber más de Juan, teníamos muchas cosas en común y me resultaba tan familiar… como si le conociese de toda la vida, me sentía a gusto, como en casa. Quizás estaba siendo demasiado invasivo con tantas preguntas, pero a él se le veía fluir con mucha tranquilidad y no parecía sentirse incomodado.

Al día siguiente partimos hacia Galicia, al pueblo. Estaba inquieto porque anticipaba la reacción de mis padres en mi cabeza con frases como: “¡oh Dios mío! Has traído a nuestra casa a un transeúnte que acabas de conocer”, “dile que se vuelva a Madrid, puede crearnos problemas”, “¿cómo eres tan ingenuo y confiar tanto en los demás?”

Llegamos a casa y me sorprendió su reacción, totalmente diferente a la que estaba imaginándome durante el viaje, predominaba la generosidad y la curiosidad y no tanto la desconfianza y los prejuicios. También parecía como que le conocían de hace tiempo… Cuando Juan se instaló en una habitación que le habilitamos, quiso inmediatamente conocer el pueblo y el negocio familiar, se le veía muy motivado y con ganas de empezar cuanto antes su nueva vida.

Esa misma noche escuché a mi madre y a mi padre hablar en la cocina, mi madre estaba agitada y llorando.

-       No puedo más con todo esto, tenemos que hablar con los chicos, estamos ocultándoles algo que es importante para ellos y deberían saberlo. – murmuró mi madre entre sollozos.

Al día siguiente, algo se cocía en al ambiente familiar, existía una de especie de secretismo. Algo escondían mis padres acerca de Juan, y del asombroso parecido que teníamos. Decidí hablar con ellos y que, con sinceridad, me explicaran que era lo que estaba ocurriendo en realidad y que se dejaran de secretismos.

Al principio se quedaron sin palabras, pero después de hablar a solas nos dijeron a Juan y a mí que les esperáramos en el salón para contarnos todo. A los pocos minutos, allí estábamos los cuatro sentados unos frente a otros y mi madre comenzó a tartamudear nerviosa, su piel comenzó a ponerse pálida y sus pupilas parecían que iban a salir disparadas. Mi padre, intento seguir y entre los dos empezaron a contarnos la verdadera historia de lo que había pasado. Mantuvimos los cuatro, junto con Juan, una conversación de aproximadamente 3 horas, muchas lágrimas, mucha sorpresa, mucho enfado y desconcierto, pero sobre todo muchas dudas y preguntas, algunas de ellas muy difíciles de contestar para mis padres y muy difíciles de aceptar para nosotros.

Mis padres nos explicaron que no hubo ningún abandono… resulta que éramos hermanos gemelos y nos separaron al nacer. Se llevaron a Juan a la capital confiando en que allí iba a tener más oportunidades con una familia con muy buen estatus y yo, me quedé con ellos en el pueblo, decidieron por mí que mi futuro tenía que ser en el campo y no en la ciudad como Juan. Nunca nos contaron nada sobre esto, por vergüenza, ya que tendrían que reconocer que no podían mantener a dos hijos, y nos contaron que para ellos fue muy duro tener que desprenderse de uno de sus vástagos.

Al final, la verdad salió a la luz, mis padres se quitaron la losa de encima y la familia fuimos asumiendo el nuevo rol de cada uno y acogiendo a Juan como uno más. Una nueva situación que asustaba al principio, pero que después hizo que fuéramos una familia más unida que nunca.

Pasaron las semanas y Juan era uno más en la familia, y en el negocio se desenvolvía perfectamente con sus tareas y la venta de fruta comenzó a aumentar gracias al alto rendimiento. Juan era un hombre previsor y no quería defraudar a su nueva familia por miedo a perder el dinero que tanta falta le hace para poder conseguir su ansiada autonomía y no depender de terceros. También tenía una gran responsabilidad para no defraudarme a mí, estaba eternamente agradecido por la oportunidad y el acogimiento en mi familia.

La casualidad nos hizo un guiño y decidió volver a juntarnos y poco a poco resolver nuestra situación tanto moral como social. El destino había generado un cruce de caminos que para mí hermano y para mí superó a la realidad.

La moraleja con la que me quedo de toda esta historia es que las cosas que hacemos nos definen más que lo que somos o de dónde venimos.


                             



miércoles, 8 de noviembre de 2023

EN BÚSQUEDA DE LA TRANQUILIDAD ANHELADA


Jorge, de origen polaco vino a España con sus padres cuando él tenía 5 años. Es un hombre atlético, activo e inquieto, nunca le parece suficiente y siempre quiere más, insatisfecho. Desde que era pequeño le encanta escribir y leer, por esto sufrió situaciones de mucha violencia con sus compañeros, no entendían ni respetaban que a él no le gustase jugar al fútbol o a cualquier deporte… “eres una nenaza”, “vaya maricón…”, “vete a tu país a escribir”… numerosos insultos y descalificaciones tuvo que echarse a las espaldas y continuar como si nada pasase.

Él es muy cuidadoso con su aspecto físico, le gusta vestir con ropa formal, todo muy limpio y planchado, le pone muy nervioso el desorden y la falta de limpieza. Sin embargo, su mirada es triste, vacía y perdida… produce empatía y simpatía a la gente que le rodea pero él prefiere estar solo, desconfía.

Vivía con sus padres en la ciudad. El ruido, las prisas, el alboroto, la gente malhumorada a primera hora, autómatas que ni si quiera te miran a los ojos cuando les hablas porque los tienen pegados a pantallas… todo esto le provocaba ansiedad y mucho estrés, se dio cuenta que la ansiedad y nerviosismo es contagioso y más en las personas que quieres y te quieren. Por consecuencia, decidió alejarse, desconectar para volver a conectar.

Se fue a vivir al bosque, en una casita de madera que tenían sus padres en Sierra Morena. Comenzó a cultivar tomates, calabacines, cebollas… en una pequeña huerta y los solía bajar los jueves al pueblo más cercano y venderlos en el mercadillo, le encantaba los olores tan intensos de las hortalizas y verduras, colores verdes, rojos, berenjenas, acelgas, rábanos, lechugas… Un día,, alguien le habló de una plaza de forestal y decidió postularse, con el objetivo de comenzar de nuevo y reencontrarse a sí mismo, dejando atrás recuerdos dolorosos y situaciones que le causaba mucho malestar.

Jorge tenía un trato cordial con sus vecinos aunque especialmente, su vecino más próximo le mirada con desprecio y las veces que han conversado siempre ha sido porque él le estaba recriminando o atacando por cualquier mínimo detalle. Pero él no quería problemas y necesitaba vivir en paz, por tanto no quería jugar con sus mismas cartas.

Nueve meses después de la mudanza de Jorge, sucedió algo que volvería a poner patas arriba la paz y serenidad que estaba viviendo Jorge. Una mañana salió fuera del pueblo para hacer unas gestiones y cuando volvió a su casa tenía a todos los vecinos esperándole en su puerta, con gritos de “has sido tú”, “estás loco, no ha podido ser nadie más”, “no podemos fiarnos de un extranjero”, “a la cárcel”…

Jorge no entendía lo que estaba pasando y se quedó bloqueado como una presa cuando ve a su depredador. Todo aquello ya le era familiar…

Le acusaban de incendiar el bosque, lo justificaban por verle en alguna ocasión quemar hojas secas en el jardín de su casa. Jorge se defiende, explicando que porque él haya quemado hojas en su casa no significa que haya tenido que quemar el bosque. El vecino siguió insistiendo en que había sido él pero el pueblo le pide pruebas para confirmar esa acusación. Éste se siente presionado y sin argumentos y se entrega, explicando que él había sido el causante de ese incendio y acusó a Jorge porque no podía soportar que viviese cerca suya, que tuviese un lugar en el pueblo y que se mostrara siempre tan inteligente y brillante en todo lo que hacía y decía.

Jorge tras todo este revuelo se siente muy incómodo viviendo en el pueblo y decide volver a la ciudad… quizás debería adaptarse al mundo inmundo y encontrar su sitio y su lugar entre tanto caos.

AQUEL VERANO QUE FUE MEDICINA PARA EL ALMA

Agustín es un hombre de unos cuarenta y cinco años que vivía en un pequeño apartamento de Carabanchel. Desde pequeño le ha costado mucho socializar y relacionarse con gente, posiblemente por el miedo a equivocarse, a que le hagan daño y a no estar a la altura, como se puede apreciar es un hombre muy inseguro de sí mismo y con los demás.

Se trata de un hombre alto, apuesto, atlético, pelo corto de color rubio, ojos verdes y con una vestimenta normalmente informal. A pesar de todo lo mencionado anteriormente, se considera una buena persona, ya que se preocupa mucho por el bienestar de los demás, tanto que incluso en ocasiones no se observa a él mismo.

Remontando al pasado, exactamente a su infancia, fue un niño que desde los cinco años fue institucionalizado en una entidad religiosa por el fallecimiento de sus padres y carecer de familiares cercanos. En esta entidad religiosa existían rituales muy estrictos, solo podía relacionarse con personas del mismo grupo religioso, el resto de personas podían ser peligrosas… tampoco podía mantener relaciones afectivas con mujeres fuera del grupo y sin casarse. Cuando no se cumplía las normas eran castigados psicológicamente y físicamente por los líderes, a su vez que traicionados por compañeros que les transmitían cualquier incumplimiento a éstos. Con todo esto Agustín construyó en su mente una realidad de una sociedad hostil que castigaba y traicionaba.

Todo ello, hizo que no concibiese otras alternativas distintas a las normas y rituales de este grupo religioso y le generó gran malestar con el tiempo porque tenía una gran desconfianza por las personas que le rodeaban y expectativas erróneas de la humanidad. A la edad de 18 años decidió alejarse de este grupo y emprender su propia vida, le costó mucho debido al miedo que tenía por las personas que no pertenecían al grupo religioso, le costaba confiar, empezar de cero y aprender a conectar con la verdadera realidad.

Todo cambio aquel verano de 1995 cuando Agustín decide animarse a acudir a un camping en la Costa Brava para cambiar de aire y salir fuera de su barrio en verano. Lo que él no sabía es que en su camino se cruzaría Lucía, una mujer de unos cuarenta años, muy bella, amable y con una sonrisa permanente en su rostro. Ella se acercó a él cuando notó su dificultad al entablar conversación e introducirse en el grupo.

Agustín se quedó encandilado de sus ojos, su sonrisa y su cercanía, pero tenía miedo… ¿era correcto que hablase con una mujer? ¿Debería irse? Nunca antes había experimentado algo similar y desconocía lo que era sentirse así, ensimismado ante ella, no pudiendo ni centrar su atención en lo que le decía, solo en su belleza. Se dejó llevar por primera vez.

Hablaron y hablaron durante horas, hubo una conexión inexplicable y ambos pudieron expresar cómo se sentían y cómo se habían sentido en el pasado. Lucía también tuvo una infancia complicada, fue rechazada por sus padres y desde muy temprano experimentó la terrible soledad.

Juntos, durante días sembraron el “germen del afecto” que nunca antes habían sentido y se sintieron comprendidos, destruyendo las barreras de miedos e inseguridades. No fue fácil pero lo lograron.

VALLE DE SOMBRAS

El verano de 1972 no será recordado por muchas personas, ya que para toda España fue un verano caluroso más, en el que los pueblos se llenab...