miércoles, 8 de noviembre de 2023

EN BÚSQUEDA DE LA TRANQUILIDAD ANHELADA


Jorge, de origen polaco vino a España con sus padres cuando él tenía 5 años. Es un hombre atlético, activo e inquieto, nunca le parece suficiente y siempre quiere más, insatisfecho. Desde que era pequeño le encanta escribir y leer, por esto sufrió situaciones de mucha violencia con sus compañeros, no entendían ni respetaban que a él no le gustase jugar al fútbol o a cualquier deporte… “eres una nenaza”, “vaya maricón…”, “vete a tu país a escribir”… numerosos insultos y descalificaciones tuvo que echarse a las espaldas y continuar como si nada pasase.

Él es muy cuidadoso con su aspecto físico, le gusta vestir con ropa formal, todo muy limpio y planchado, le pone muy nervioso el desorden y la falta de limpieza. Sin embargo, su mirada es triste, vacía y perdida… produce empatía y simpatía a la gente que le rodea pero él prefiere estar solo, desconfía.

Vivía con sus padres en la ciudad. El ruido, las prisas, el alboroto, la gente malhumorada a primera hora, autómatas que ni si quiera te miran a los ojos cuando les hablas porque los tienen pegados a pantallas… todo esto le provocaba ansiedad y mucho estrés, se dio cuenta que la ansiedad y nerviosismo es contagioso y más en las personas que quieres y te quieren. Por consecuencia, decidió alejarse, desconectar para volver a conectar.

Se fue a vivir al bosque, en una casita de madera que tenían sus padres en Sierra Morena. Comenzó a cultivar tomates, calabacines, cebollas… en una pequeña huerta y los solía bajar los jueves al pueblo más cercano y venderlos en el mercadillo, le encantaba los olores tan intensos de las hortalizas y verduras, colores verdes, rojos, berenjenas, acelgas, rábanos, lechugas… Un día,, alguien le habló de una plaza de forestal y decidió postularse, con el objetivo de comenzar de nuevo y reencontrarse a sí mismo, dejando atrás recuerdos dolorosos y situaciones que le causaba mucho malestar.

Jorge tenía un trato cordial con sus vecinos aunque especialmente, su vecino más próximo le mirada con desprecio y las veces que han conversado siempre ha sido porque él le estaba recriminando o atacando por cualquier mínimo detalle. Pero él no quería problemas y necesitaba vivir en paz, por tanto no quería jugar con sus mismas cartas.

Nueve meses después de la mudanza de Jorge, sucedió algo que volvería a poner patas arriba la paz y serenidad que estaba viviendo Jorge. Una mañana salió fuera del pueblo para hacer unas gestiones y cuando volvió a su casa tenía a todos los vecinos esperándole en su puerta, con gritos de “has sido tú”, “estás loco, no ha podido ser nadie más”, “no podemos fiarnos de un extranjero”, “a la cárcel”…

Jorge no entendía lo que estaba pasando y se quedó bloqueado como una presa cuando ve a su depredador. Todo aquello ya le era familiar…

Le acusaban de incendiar el bosque, lo justificaban por verle en alguna ocasión quemar hojas secas en el jardín de su casa. Jorge se defiende, explicando que porque él haya quemado hojas en su casa no significa que haya tenido que quemar el bosque. El vecino siguió insistiendo en que había sido él pero el pueblo le pide pruebas para confirmar esa acusación. Éste se siente presionado y sin argumentos y se entrega, explicando que él había sido el causante de ese incendio y acusó a Jorge porque no podía soportar que viviese cerca suya, que tuviese un lugar en el pueblo y que se mostrara siempre tan inteligente y brillante en todo lo que hacía y decía.

Jorge tras todo este revuelo se siente muy incómodo viviendo en el pueblo y decide volver a la ciudad… quizás debería adaptarse al mundo inmundo y encontrar su sitio y su lugar entre tanto caos.

AQUEL VERANO QUE FUE MEDICINA PARA EL ALMA

Agustín es un hombre de unos cuarenta y cinco años que vivía en un pequeño apartamento de Carabanchel. Desde pequeño le ha costado mucho socializar y relacionarse con gente, posiblemente por el miedo a equivocarse, a que le hagan daño y a no estar a la altura, como se puede apreciar es un hombre muy inseguro de sí mismo y con los demás.

Se trata de un hombre alto, apuesto, atlético, pelo corto de color rubio, ojos verdes y con una vestimenta normalmente informal. A pesar de todo lo mencionado anteriormente, se considera una buena persona, ya que se preocupa mucho por el bienestar de los demás, tanto que incluso en ocasiones no se observa a él mismo.

Remontando al pasado, exactamente a su infancia, fue un niño que desde los cinco años fue institucionalizado en una entidad religiosa por el fallecimiento de sus padres y carecer de familiares cercanos. En esta entidad religiosa existían rituales muy estrictos, solo podía relacionarse con personas del mismo grupo religioso, el resto de personas podían ser peligrosas… tampoco podía mantener relaciones afectivas con mujeres fuera del grupo y sin casarse. Cuando no se cumplía las normas eran castigados psicológicamente y físicamente por los líderes, a su vez que traicionados por compañeros que les transmitían cualquier incumplimiento a éstos. Con todo esto Agustín construyó en su mente una realidad de una sociedad hostil que castigaba y traicionaba.

Todo ello, hizo que no concibiese otras alternativas distintas a las normas y rituales de este grupo religioso y le generó gran malestar con el tiempo porque tenía una gran desconfianza por las personas que le rodeaban y expectativas erróneas de la humanidad. A la edad de 18 años decidió alejarse de este grupo y emprender su propia vida, le costó mucho debido al miedo que tenía por las personas que no pertenecían al grupo religioso, le costaba confiar, empezar de cero y aprender a conectar con la verdadera realidad.

Todo cambio aquel verano de 1995 cuando Agustín decide animarse a acudir a un camping en la Costa Brava para cambiar de aire y salir fuera de su barrio en verano. Lo que él no sabía es que en su camino se cruzaría Lucía, una mujer de unos cuarenta años, muy bella, amable y con una sonrisa permanente en su rostro. Ella se acercó a él cuando notó su dificultad al entablar conversación e introducirse en el grupo.

Agustín se quedó encandilado de sus ojos, su sonrisa y su cercanía, pero tenía miedo… ¿era correcto que hablase con una mujer? ¿Debería irse? Nunca antes había experimentado algo similar y desconocía lo que era sentirse así, ensimismado ante ella, no pudiendo ni centrar su atención en lo que le decía, solo en su belleza. Se dejó llevar por primera vez.

Hablaron y hablaron durante horas, hubo una conexión inexplicable y ambos pudieron expresar cómo se sentían y cómo se habían sentido en el pasado. Lucía también tuvo una infancia complicada, fue rechazada por sus padres y desde muy temprano experimentó la terrible soledad.

Juntos, durante días sembraron el “germen del afecto” que nunca antes habían sentido y se sintieron comprendidos, destruyendo las barreras de miedos e inseguridades. No fue fácil pero lo lograron.

VALLE DE SOMBRAS

El verano de 1972 no será recordado por muchas personas, ya que para toda España fue un verano caluroso más, en el que los pueblos se llenab...